domingo, 17 de junio de 2012

Descanso marchito al amparo de la cama desierta.


MARCHITARSE

Mario A. Alonso

La penumbra naciente del descampado recorta oscura la ciega silueta de una puerta ausente.
Aunque hubo acabado el sueño apenas puedo ver en medio de las pestañas que porfían cerrándose a la exigua opacidad de la mañana.
Tu perfil atraviesa la abertura, acompaña el golpe que junto a tu rostro abruma el juicio.
Bates alas en mi estómago, me ahogas y comprimes la sien lastimando en la frente, justo encima de los ojos por donde llegan los aromas.
La boca vuelta espumarajo chorrea los labios.
Duelen piernas y costillas; rodillas y hombros.
La cintura tira desde el polo mismo de mis formas, comprime el corazón.
Cuando percibe cercano el fin, gira y se marcha.
Ajado compongo el vientre.
Desordenado el lecho conserva tus formas.
Me acechan tus aromas.
Encojo el cuerpo ínfimo estrujando pecho con piernas, para evitar que duela tanto.
Nuevamente sobrevivo la estocada.
Descanso marchito al amparo de la cama desierta.

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