Uno alto y flexible que se agite con el viento y te despeine, y también te moleste y te refresque.
Quisiera un tronco de corteza gruesa con que soportar los golpes y los hachazos.
Con grandes vasos por donde dejar correr la savia hasta mis hojas; miles de hojas que adornen la copa, verdes hojas que se vuelvan rojas en otoño, rojas como el corazón que hoy llevo a la izquierda, como la sangre o las banderas.
Vivir en un oasis, en medio de algún desierto.
Poder ver lejos la llegada de viajeros.
Dar sombra y abrigo a los sedientos, al caminante abrasado ofrecer tronco y fresco para la tregua y el respiro.
Alojar algún águila en el follaje, arañas en la cáscara y serpientes en la cepa, para que también respete el cobijo el que se arrime extenuado.
Quisiera beberme el agua y dar oxigeno, y guardar en cada anillo una historia distinta, y nunca jamás llegar a taburete, sino morir parado.
MARIO A. ALONSO
