jueves, 3 de marzo de 2011

EL CUCO

Había permanecido años olvidado, acechando.
Parecía haber perdido su ferocidad y su incomparable capacidad de atemorizarme.
Más de cuarenta años había pasado en el descuido aguardando el momento preciso.
Anoche, en la soledad de la casa abandonada, en medio de una tormenta de viento de esas que ocurren en la Patagonia, con ramas de olmos y álamos arrastrando por el aire lamentos de machis, aullidos de feroces indios moribundos, con estruendos de sables, lanzas y artillería quebrando vidas para siempre, en medio de gritos agudos de niñas y viejos; anoche descubrí que aún feroz, pese al olvido, debajo de mi cama sigue viviendo el mismo monstruo que habitaba aquel lugar desde mi infancia.
Y volví a saltar al lecho súbitamente temiendo que tocara mis piernas. 


MARIO A. ALONSO 

IGNORANTE

Felipe nunca conoció la diferencia entre el día y la noche.
No sabía de luces ni oscuridades, en su vida no había claroscuros, para él todo era igual.


Felipe vivió ignorante muchos años, hasta que aquel gusano perforó la cáscara de la nuez en que habitaba.
Un rayo de sol iluminó el recinto hiriendo la pupila virgen.
Todo fue oscuridad desde aquel día.


Aquella larva se alimentó un tiempo de la nuez y del pobre inculto, que como no sabía nada, nada sentía.
Después mutó el gusano su cuerpo y voló convertido en mariposa.


En la intimidad de la mariposa Felipe también vuela y piensa.
     - Puedes vivir ignorante, pueden comerte los gusanos; quizá nunca distingas la luz de la oscuridad, de todas maneras, siempre habrá un tiempo para volar.


MARIO A. ALONSO

PLEGARIA

PLEGARIA
Mario A. Alonso

Como la mala hierba 
desaparezcan los traidores
que un tribunal estelar integrado por tanto hermano caído
juzgue a los corruptos,
a los perjuros,
los inmorales,
los pervertidos.
Monten a lomo de ángeles
y bájense a este mundo los irredentos,
los malheridos,
los muertos de su impúdica codicia.
Que vengan y que los condenen,
que los fusilen,
o los ahorquen.
Y cuando no quede rastro de la felonía,
muertos por siempre los retoños de la ingratitud,
y la defección y el perjurio,
vuélvanse  invictos,
a descansar en paz nuestros héroes.